Un Haiga no es un Fotingo

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El término “Haiga” sería una imaginaria marca para casi todos los vehículos, salvo los de fábrica, hasta bien avanzados los años 50, pues al no existir mucha variedad, el aspirante a comprador decía “bueno… el que haiga”.
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Oportunamente ya se trató en estas páginas lo mismo a los “Fotingos” que a los “Haigas”, porque, como reza el encabezamiento, un “Haiga” no es un “Fotingo”. El “Fotingo” es más antiguo que el “Haiga”, siendo tal vez el más conocido en España el coche oficial de Eduardo Dato, un “Marmon”, en el que sufriría un criminal atentado en 1921. Este artículo va a tratar de aportar algo más sobre los “Haigas”, citando a los más contemporáneos.

Cuando un paciente pasa unos días de recuperación en un hospital se le enfrasca un pijama con unas particularidades increíbles, porque la mayoría de las veces parece más bien un atrezo de las películas de Charles Chaplin, pues la prenda no es de su talla, e incluso la talla del pantalón, pesquero o rastrero, no se corresponde con la de la chaquetilla, a veces torera, a veces rapera. Esto es lo que pasaba al terminar la Guerra Civil, que de tres coches semi-inservibles se intentaba aunar piezas para que anduviera al menos uno de los tres. Los había muy destartalados y estrambóticos (aunque la mona se vista de seda, mona se queda), como aquellos que servían para transportar a las cuadrillas de los toreros, que a muchos de ellos se le denominaban “vehículos acoplados”. En otro orden de cosas, con moderna mecánica y tecnología, pero revestidos de carrocerías de antaño en los años 70, del siglo XX, algunas firmas quisieron fabricar vehículos que se beneficiaran de la ciencia, pero envueltos en carrocerías artesanas ancestrales que nos llevara a otros tiempos, y aquello, a la vista de cualquier aficionado, sería considerado como un auténtico mamarracho. Esta idea, de muy dudoso gusto, podría haberse inaugurado como los “neohaigas”, o los “Haigas” más contemporáneos. Esta moda, de pésimo gusto, aunque tuvo su aceptación, afortunadamente duró poco, pues había que ser muy ingenuo para no darse cuenta que aquello no era auténtico. España, para no ser menos, también quiso aportar su granito de arena a aquella “creación”, que se quedó en quiero y no puedo.

El censo de turismos en 1960 no alcanzaba los 300.000 vehículos; el de camiones la mitad, más o menos; y el de autocares unos 10.000. El problema del transporte dejaba mucho que desear, y el de “ligeros” lo suplía ampliamente carros de tracción animal. Por otra parte, nacieron marcas autóctonas, unas con tecnología deficiente, otras con similar carrozado, y otras con ambas cosas, lo que provocaba la corta vida útil del vehículo en cuestión. Algo pasaría también en otros países, en puntuales momentos y concretos modelos. En sus denominaciones, el acrónimo FIAT significaba “Fábbrica Italiana Automobili Torino”, donde en España hubo denominaciones derivadas, de tipo doméstico, como “Fabricación Italiana de Automóviles Turismo” o incluso “Fabricación Italiana de Automóviles Tractores”.

Hacia los años 50 y primera mitad de los 60 del siglo XX, por un lado, existían carrocerías de muy mala calidad y endebles, moviéndosele a los vehículos demasiado los laterales, con una vida útil muy corta. Por otra parte, existía un desconcertante tintineo de los cristales de las ventanillas y techos; y en la mecánica un tubo de escape con un ruido ensordecedor; y los rasconazos y dureza al cambiar de marchas. En mayo de 1969 visité un desguace en la carretera de Andalucía, saliendo de Madrid por la entonces N-IV, que se llegaba por el autobús urbano de la línea 22, más un buen trecho andando por descampado, porque había pasado por allí en coche y había visto en lontananza unos autobuses conocidos, cuya edad no eran para estar ya en el desguace ni en la chatarra. Efectivamente no me equivoqué, allí encontré vehículos conocidos por mí con 10 años de vida (Pegaso Z 401), 8 años de vida (Pegaso Z 404) y 6 años de vida (Pegaso Z 408). Entre otros, los Pegaso Z 401 urbanos de Sevilla (1954-1964) y los versión autocar del Ejército del Aire; los Pegaso Z 404 urbanos de Sevilla (19561964) y los versión autocar de la Armada; un total de 22 autobuses urbanos Pegaso Z 408, de Sevilla (1959-1969); así como otros del mismo modelo, SE-70xxx matriculados en 1963, de la Empresa Landa, línea urbana Macarena-San Jerónimo, Sevilla, que me sorprendió verlos en la chatarra en 1969. Modelos todos que, lamentablemente, no conozco a nadie que conserve al menos un ejemplar de cada tipo, para perpetua memoria de las cosas, o lo que es lo mismo, en este caso, de la Historia.

Francisco J. Glez. Del Piñal Jurado

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