“Honra merece, quien a los suyos parece”. Este oportuno y popular refrán bien podía ser el título de una vida de empeño, superación y como no, de una saga familiar de pasión por el motor, que comienza con el Abuelo Lise Giro, cuando despuntando el siglo XX aparecen unos ingenios mecánicos capaces de sustituir a los carros tirados por caballos.