Crónica II Salida Nacional del Club Triumph TR Register España

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Después del éxito de la primera salida con destino y estancia en Teruel, teníamos previsto el año pasado hacer una segunda salida con destino a la Rioja.

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Como no se pudo en 2020, nos conjuramos para hacerla este año. Y así ha sido, nos reunimos una buena flota de Triumph de varios modelos predominando los roadster TR2, TR3, TR4, TR5 en versión europea y americana, TR6 y los míticos Spitfire junto al incansable Herald que no suele faltar a las salidas del club. Fue un fin de semana de octubre lleno de curvas, puertos, bellísimos paisajes y un ambiente de camaradería como pocos. Después de todo, los Triumph no dejan de ser coches hechos para la diversión y el disfrute. Y vaya si los disfrutamos.

Unos llegaron desde Málaga a Madrid para unirse al grupo, y como el primer punto de encuentro era ya en el pueblecito Yanguas (Soria), ese fue el lugar escogido para comer. Los de Madrid evitando tramos de autovía llegaron directos por Soria, los madrileños que viven en las cercanías de la A6 y para evitar atascos prefirieron coger ruta por la carretera de Segovia y desde cerca de Cuellar llegar a Calatañazor donde se unió el socio de Valladolid y juntos marcharon hacia Yanguas. El de Barcelona, en su primera salida con el club, utilizó más autopista pues su tramo era más largo y los del País Vasco llegaron cómodamente. En el restaurante nos estaba esperando el magnífico organizador Iñigo Mendía, que llevaba tiempo buscando carreteras sin tráfico y con muchas curvas para el deleite de nuestros coches por su tierra, “La Rioja”

Comimos estupendamente en el Restaurante de la Asociación de Amigos de Yanguas, el cual recomiendo por su amplio surtido en la elección de menús, su calidad ¡y su precio!

Desde allí nos trasladamos al balneario de Arnedillo, que hace poco fue renovado y posee unas magníficas instalaciones. Nos tenían reservado al grupo una hora en el spa interior con unas aguas muy calientes y un recorrido de chorros que nos vino muy bien a nuestra espalda después del largo viaje. Allí cenamos y al día siguiente empezó la diabólica ruta de más de mil curvas y 250 km que hicimos por carreteras desiertas con la única compañía de vacas, caballos y ovejas, si no salvajes si en libertad total que nos hacían tener precaución para no encontrar a alguna de ellas en medio de una curva.

Salimos en dirección a Murillo del rio Leza con un buen puerto de subida y bajada que nos entonó la mañana, continuamos hasta el mirador del cañón del mismo rio, lugar impresionante lleno de aves rapaces y carroñeras que anidan en sus riscos y completan el magnífico espectáculo visual. Después de la parada nos dirigimos hacia el empinado puerto de La Rasa donde el zigzagueo era constante y disfrutamos con nuestros coches descapotados que, aunque hacia fresco había un buen sol que convertía el trayecto en el lugar perfecto donde más se disfruta de nuestros roadster.

Continuamos en dirección al parque natural de Sierra Cebollera pasando por Cameros y el puerto de Piqueras (conocido por escuchar en invierno que está siempre con cadenas o cerrado al hombre del tiempo). Por si fuera poco, nos dirigimos hacia el puerto de Peña Hincada que volvió a agitar nuestras caderas y todo ello por no haber hecho antes fortalecimiento muscular como los pilotos de F1, dudo que, aunque corran más soporten tantas inercias en nuestra musculatura, pues es que no había ni 100 metros en línea recta, y para servir de aperitivo continuamos hacia el Monasterio de Valvanera con otro sinuoso tramo.

En el Monasterio, parada y fonda, comimos unas estupendas patatas a la riojana que nos entonaron el cuerpo para continuar por otra serpiente de curvas en dirección a San Millán de la Cogolla donde nuestro guía y conocedor de los trucos se metió por un camino esquivando la carretera y pasando por delante del impresionante monasterio para luego continuar por los de Yuso y Suso, cunas del castellano pero que la falta de tiempo nos impidió visitar, y desde ahí, ya por carretas más templadas dirección Santa Domingo de la Calzada y Ezcaray. En este último lugar el ayuntamiento nos había permitido aparcar en la gran plaza que hay delante de la antigua Real Fábrica de mantas, actual Ayuntamiento y teatro, donde expusimos nuestros coches para deleite de vecinos y visitantes; y como no, enseguida fuimos a comprar unas de las famosas mantas de mohair que tan merecida fama la han dado a esta villa.

Y desde allí dirección a Haro nuestro lugar de reposo después de 250 km en los cuales no nos cruzamos con ningún coche y solo un grupo de moteros nos adelantó en el trayecto.

El Organizador nos había buscado una nave cubierta a modo Parking donde dejamos con toda tranquilidad nuestros vehículos y dirigirnos al hotel donde después de una hora de reposo marchamos andando a la emblemática bodega de Cvne, la antigua donde se elaboran los Imperial y Contino, y no a la cercana y moderna donde elaboran los Villareal.

Nada más llegar nos estaban esperando con una copa de vino de una buena reserva, (bueno copas…) para tomar acompañado, eso sí a regañadientes del enólogo, con unos buenos trozos de queso y chorizo. A este respecto y conocedor de los bodegueros ellos quieren que cates el vino en vacío para poder así apreciar todos los aromas y el resto de la música que bien orquestada te cuentan sobre sus cualidades, pero la mayoría del grupo pensamos que empezar a beber en vacío solo produce subidas de alcohol a la cabeza por lo que agradecimos poder entrenar el estómago comiendo previamente, aunque perdiéramos alguno de los sabores en la degustación. Posteriormente visita guiada a la bodega, que esta sí que es antigua de verdad e incluso visitando el cementerio de vinos, la cueva de las añadas de alrededor de cien años que distribuidas entre paredes de ladrillo y montones de moho nos sorprendieron gratamente, y a continuación salas de barricas y de reposo en botella.

Tras esta visita una cena-lunch en la propia bodega donde seguimos disfrutando del buen vino y sobre todo con mucho más sabor sabiendo que volvíamos andando al hotel, lo cual le hacía todavía más agradable.

Al día siguiente, el cual amaneció lloviendo con ganas, el plan era mucho más tranquilo. Salimos de Haro tras un buen desayuno, y después de capotar a conciencia todos los coches viendo la que caía. Arrancar una veintena larga de motores hambrientos de kilómetros en un recinto cerrado siempre nos dibuja una sonrisa en la cara, pero el estruendo nos recordó que lo primero era parar a repostar, ya que la gran mayoría de los coches estaban necesitados de octanos. Tras eso, nos dirigimos hacia la Rioja Alavesa, tierra de gran belleza y espectaculares viñedos y bodegas. Siempre evitando carreteras principales, y comenzando a calentar motores y ánimos, ya que poco a poco la lluvia remitía y nos permitía disfrutar mejor de los paisajes y la carretera.

Pueblos como Bastida, San Vicente de la Sonsierra o Ábalos fueron quedando en nuestros retrovisores, y llegados este punto el cielo decidió darnos un respiro y dejó definitivamente de llover. Momento que aprovechamos para tratar de sacar unas fotos de los coches con los viñedos de fondo, y que más de uno aprovechó para catar alguna uva in situ.

Tras no pocas anécdotas de ese momento, pusimos rumbo hacia Laguardia, villa amurallada y que disfruta de unas vistas privilegiadas de la región. Tras dar un breve descanso a los huesos deambulando tranquilamente por sus calles medievales, y admirando sus no pocos monumentos, volvimos a montarnos en nuestros coches para afrontar el último tramo antes de la comida.

Enfilamos dirección Logroño, pero estando por la zona no podíamos dejar de pasar por Elciego, para poder asombrarnos, aunque fuera desde los coches, de la espectacular bodega de Marqués de Riscal, diseñada por el afamado arquitecto Frank Gehry. A pesar de que había vuelto la lluvia, su arquitectura modernista nos animó a pisar un poco más el acelerador y disfrutar del último tramo con ganas de que no se acabara tan pronto.

Tras coger la N-232, carretera que aúna una buena cantidad de curvas con magníficas vistas de viñedos, circunvalamos Logroño hasta nuestro destino final en el cercano pueblo de Agoncillo. Allí, en el restaurante El Sequero pudimos disfrutar de una comida casera y un gran ambiente. Lugar en el que ya nos despedimos, y desde el que cada grupo se organizó para volver a sus respectivos lugares de origen. Atrás quedaba un fin de semana lleno de curvas, puertos, bellísimos paisajes y un ambiente de camaradería como pocos. Después de todo, los Triumph no dejan de ser coches hechos para la diversión y el disfrute.

Y vaya si los disfrutamos.

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