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El otro Dakar: aventuras y desventuras

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Después de un año de preparación y tras unas buenas primeras sensaciones, el coche se paró de forma brusca e inesperada. Es ahí cuando comenzaría nuestro “otro Dakar”

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Todo un año de preparación, una lista interminable de modificaciones para hacer un auténtico coche de carreras de un Nissan Terrano I de 1989, y todo ello sobre la base de la experiencia adquirida en la primera edición del Dakar Classic, donde con el coche totalmente de serie conseguimos completar las 12 etapas de la carrera.

La 2º edición del Dakar Classic se presentaba con la ilusión del trabajo bien hecho y con la esperanza de competir de tú a tú contra la interminable lista de Toyotas y Mitsubishis de todo tipo y preparaciones venidos de todo el mundo. Pero el Dakar nos deparaba una sorpresa en principio no contemplada, después de haber hecho un shakedown espectacular, donde el vehículo demostró las cualidades esperadas para un rally de estas características, al final del enlace de la primera especial, el Nissan se para de forma brusca y repentina: nuestro “otro Dakar” acaba de empezar. Conseguimos que uno de los coches de los hermanos Merino nos remolquen hasta el vivac de Hail, donde comprobamos que la avería es importante y donde tenemos que tomar una decisión, o nos rendimos o luchamos. La decisión era clara, nos quedamos en Hail, una pequeña población en el centro de Arabia, a reparar el motor del Nissan, no nos imaginábamos lo difícil que iba a ser. Nissan diésel de 1989 era una combinación perfecta para vivir un calvario inimaginable en un país donde casi todo es gasolina (a 15 céntimos el litro), Toyota y V8.

Estábamos solos, la caravana del Dakar ya se fue, sin contactos, ni referencias del lugar. El idioma no ayudaba y nos pasamos el primer día de esta aventura buscando un taller donde poder reparar. Habíamos perforado un pistón y teníamos que buscar además los recambios necesarios para reparar, visitas interminables a las “tiendas” de recambios buscando lo necesario.

Pasamos los primeros 5 días del Dakar varados en un “taller” con mecánicos pakistaníes que hablaban solo “urdu”, durmiendo, y comiendo en el suelo, donde las noches eran frías y la falta de luz no permitía poner las estufas eléctricas, sobreviviendo a base de té y trabajando para poder rehacer completamente el motor del coche. Apoyados por todos nuestros amigos desde España en donde se llegaron a movilizar para hacernos llegar los recambios necesarios en la ya famosa “operación Skarlett” liderada por nuestro amigo Mariano de la Parte del “Desván de Serrano”.

Cuando por fin conseguimos todo, montamos y arrancamos, fue tal nuestra alegría que decidimos hacer el viaje de Hail a Riyadh, unos 800 kms atravesando todo el centro de Arabia de noche, por una carretera de aquella manera, a una velocidad moderada para rodar el motor recién hecho, y sin ninguna ciudad entre ellas. 12 horas de viaje, pero el coche perfecto.

Nos reenganchamos a la caravana del Dakar, al día siguiente entramos en carrera, tomamos la salida, y… reventamos un manguito de agua por una sobrepresión en el circuito de refrigeración. Este Dakar nos pone a prueba, volver a rehacer el motor no es viable, no tenemos tiempo material. Nuestra participación en el Dakar ha finalizado, pero nos vamos a quedar a ayudar en dos equipos de asistencia que necesitan ayuda estos últimos días de carrera. Los españoles en esta edición hemos sido muchos, y el nivel de los mismos alto, tanto en los resultados deportivos como en los vehículos preparados, entre los que cabe destacar el Ipso de Carles Pujolar o los Patrol de Termens, preparador de aquellos pioneros “Fanta Naranja” y “Fanta Limón” de los históricos años dorados de los dakares africanos. Como dice nuestro amigo Livingstone, todo es Dakar.

Chisco Benavente

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