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Los sucesores del Renault Dauphine

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Ya quedó manifestado que el Renault Dauphine fue un coche con alias tétrico, debido a la pérdida de control en las curvas por el deficiente equilibrio del reparto de peso.

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Este equilibrio de peso, cuya solución “doméstica” hizo necesario entre los usuarios/propietarios la colocación de sacos terreros en el maletero (parte delantera) que aliviaba sensiblemente la estabilidad vehicular. Por otra parte, Renault formó “familia propia” con la llegada del Dauphine y sus descendientes que, en mayor o menor medida, marcaron época en España, donde se fabricaron un total, de esta “saga”, de unas 125.000 unidades, y todas en Valladolid, cuyo desglose, según Motor Point, es el siguiente: 41.812 unidades correspondieron al pionero de la saga, esto es el Dauphine, 37.179 al Ondine, y algo más, 44.851 al Gordini.

En España se fabricaron básicamente las 3 versiones: Dauphine (1958-1964); Ondine, con mejor equipamiento y prestaciones (1962-1965); así como Gordini, con motor más potente (1961-1967); así como sus derivados, el Florida o Floride, descapotable, de 1958 a 1962, presentado en la Feria del Automóvil de París, con chasis y motor Dauphine; luego convertido en el Caravelle, porque a los 4 años cambió su nombre por éste. De 2 puertas y motor trasero, afloró este modelo con cierto aire deportivo, tipo “quiero y no puedo”. Existieron de techo rígido, coupé y cabriolet.

Tras el Dauphine llega el Ondine, apareciendo en 1960 con un acabado más elaborado, 845 cc, 40 CV, más bello (pinturas metalizadas, embellecedores, tapicerías…), pero de vida breve. Sobre la base del Ondine nace el Gordini, cuyo nombre lo acoge de Amadeo Gordini, ingeniero responsable del diseño de esta nueva transformación, presentando el Gordini considerables retoques (carburador, culata, válvulas…), haciendo posible, progresivamente, un acelerado olvido de aquello de la “viudedad”. La matriz Renault aspiraba con este modelo a hacerse presente en los Estados Unidos de Norteamérica, pero aquello no prosperó con los resultados deseados porque aquella clientela añoraba un servicio técnico cercano y ágil. Así que la “aventura americana” se quejaba de un servicio técnico adecuado a sus costumbres y/o conceptos de movilidad.

Se mejoró el Gordini por el cambio de carburador, dotándosele de bomba de aceleración de la que carecía el Dauphine (130 km/h). En España, esta saga tuvo una excelente acogida entre la clase media y ejecutivos/facultativos de clase discreta, propia de la época.

Francisco Del Piñal Jurado

 

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