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La Vespacar de mi padre vuelve a casa

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Nuestro lector y aficionado Rubén, nos cuenta como ha cumplido su sueño, restaurando una Vespacar y así volver al origen del negocio familiar.

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Hola a todos, quería contaros mi historia. Gracias a la revista Autofoto, hoy tengo mi Vespacar. La compré en Tarragona, en la Selva del Camp, aún tengo la revista de febrero de 2006.

El último domingo de mayo de 1935, un hermano de mi padre (el mayor de 10 hermanos) comenzó a vender helados como medio para ayudar a una tía suya que quedó viuda poco antes.

A partir de 1944, el resto de los hermanos fueron incorporándose poco a poco al negocio, llegando a ser el medio de vida de toda la familia.

El primer vehículo de la empresa fue una ROA, que se utilizó para transportar los carros de helado, era de 1957. En 1963 se adaptó para vender desde ella.

Y un año después, en 1964, se compró el primer vehículo adaptado exclusivamente para vender helados: la Vespacar.

Ese mismo año nací yo, en enero, la Vespacar se matrícula en abril. Para mí fue el vehículo de mi infancia, hasta tal punto fue así que cuando se vendió, del disgusto que pillé que me llegó a subir la fiebre, y tenía 9 años. La moto se vendió a unos recolectores de piñas, que luego vendían en los mercados.

Desde entonces, casi podría citar las veces que volví a ver una Vespacar. La última que vi en funcionamiento fue en Oviedo, era el año 1982 y yo empezaba en la Universidad.

Mi padre tenía la idea de restaurar un par de carros de los que conservaba las ruedas y también las primeras máquinas de fabricar helados que eran totalmente artesanas. No lo pudo hacer, falleció antes.

Cuando vi la Vespacar anunciada en Autofoto no me lo pensé y creí que la mejor manera de recordarlo y homenajearlo sería restaurándola. Se lo comenté a mi madre, y fue mayor su entusiasmo que el mío. Fueron más de dos años de proceso de restauración... pero mereció la pena.

Hoy mi hija, que no llegó a conocer a su abuelo, también participa de esta pasión.

Rubén Fernández

Cangas, Asturias

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