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Mini-Manía Tenerife: II Vuelta a Lanzarote

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El grupo de amigos de MiniManía Tenerife organizaron y disfrutaron de la segunda vuelta a Lanzarote.

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Por segundo año consecutivo, el grupo de amigos amantes de los minis, quieren volver a dejar su huella en una isla donde las playas de arena doradas y cristalinas aguas color turquesa rodean espectaculares paisajes volcánicos considerados reserva de la biosfera desde 1993.

Con el dulce regusto que les dejó la anterior visita, esta otra no fue llover sobre mojado, más bien, me aseguran que fue pisar sobre seguro, pues la experiencia cuenta mucho a la hora volver a pasarlo bien. La aventura comenzó el pasado 11 de octubre, embarcando en el ferry de Tenerife, 11 de estos icónicos vehículos, hasta llegar a Gran Canaria, donde se unieron 6 más al grupo, embarcando todos nuevamente, esta vez a Lanzarote, el destino final. quien conozca o no, En Canarias, incluso teniendo muy buenas comunicaciones entre islas, hay las limitaciones a la hora de movilizarnos de una a otra y más en el caso de hacerlo con un clásico. Pero si la cuestión es pasarlo bien, nada puede entorpecer el compartir con los amigos unos días de merecido asueto planificando hasta el último detalle.

Una vez en Lanzarote comienza la ruta, dando la salida con una vuelta dentro del karting de Puerto del Carmen, uniéndose al grupo otros amigos en sus Minis, unos propios de la Isla y otros de Fuerteventura, que no quisieron perder la ocasión de ampliar un poco más este encuentro entre colegas “minimaniacos”, siendo un total de 26 coloridas unidades.

Fueron tres los días que duró este paseo, visitando los lugares más emblemáticos de la isla; bodega la Geria, paso por las salinas de Janubio, hervideros, el golfo con visita al charco verde, centro de visitantes de Timanfaya, entre otros, además de degustar la mejor gastronomía típica. Anécdotas muchas, pero quizás la más destacable, y en la que más se notó la colaboración e implicación de este gran grupo, sería la avería de una de estas máquinas, la cual tuvo que ser remolcada a varios sitios, movilizando a toda la isla, hasta dar con el recambio de la pieza dañada. Un calvario con buen fin, además de comprobar una vez más que con empeño y tesón, estos pequeños con muy pocos medios siempre salen adelante, quedando todo en un bonito recuerdo que, todos los que fueron, enmarcarán con cariño en su memoria.

Toda música deja de sonar, dice un antiguo refrán, y la hora del adiós también llegó, pero en el viaje de retorno, ya todos se implican en planificar, para el próximo año, otra nueva salida, en las que estos coches y sus dueños puedan seguir disfrutando el uno del otro, en un colorido grupo que a su paso no deja indiferente, pudiendo hacer pensar a las personas que han retrocedido en el tiempo.

Lorenzo Suárez Dorta

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